quimocepanyttititzinoa, yn huel cecen tlani acitica ytòtonehuiz, yn itlaçoyollotzin. Niman yc quimotlapòlhui yn itentzin yn ichcaconetlatlacatzintli, auh yn ica ytlaçonenepiltzin yz ça ¡yyo! cauhticatca; quimoyolalili yn itlaçonantzin, quimolhuili. Mulier ecce filius tuus. Cihuatzintle ca oncan ca on yn moconetzin. Auh yn itlaçotlamachtiltzin quihualmolhuili: ca oncan metztica on yn monantzin,¡Yyo cenquizcaychpochtzintle! yn omache timopatzmiquili. ¿Quenin huel nimitznoyollaliliz, yntla nimitznolhuili¡nonantzine!, yn ìquac ye ticmopolhuiayn moconetzin? ca huel ye cenca totonehuaz; yn motozcatlantzin, yn moyollotzin ca huel yc teteyniz, yntla yuh xicmocaquitiani yn. Yntlacamo nimitznonahuàtilitehua yn ye, yc niyauh, yz cenca hueyac òtli nictocaz; ca huel yc tlatlapehuiaz yn mototonehuiztzin. Ma nimitznotocayotili yn amo ye ¡nonantzine!yz çan ye ¡cihuatzintle! ca oncan ỳcac on yn moconetzin. Ynin ca ye que occe conypantili yc hualmotlapehui yn itotonehuiztzin cemìcac ychpochtzintli, ynic yc quimopatililia yn teotl Dios ypiltzin, yn ica yn oquichtli, yn tlalticpactlacatl, ypiltzin; yn temachtiani yn ica yn tlamachtili, yn tlatohuani yn ica yn tetlan nenqui.
se observan como una unidad, y cada uno por abajo complementaba su dolor, su precioso corazón. Y enseguida abrió su labio el humano cordero, y de su lengua habiendo dado sólo un respiro, consoló a su amada madre, le dijo: Mujer éste es tu hijo. Mujer allí está tu hijo. Y su amado discípulo le dijo: allí está tu madre, la siempre virgen [y] te afligiste mucho. @+“La interpretación de la escena al pie de la cruz en el Evangelio de San Juan 19/ 25-27 en la cual Jesús confía su madre al discípulo preferido, es discutida. Si la escena fuera histórica, apenas tendría explicación, porque los Evangelios más antiguos callaron la presencia de María. Quizá pueda aceptarse que la presencia de María quiere simplemente situar junto a la cruz, el punto culminante de la vida y doctrina de Jesús a una de las autoridades esenciales de la fe cristiana.” Herbert Haag, Breve diccionario de la Biblia, Barcelona. Editorial Herder, 1992, pp. 401-402.-@ ¿Cómo podré consolarte, si te dije ¡mi madre!, cuando pierdes ya a tu hijo? Por eso sufrirá mucho; tu garganta, tu corazón se rquebrantará, si escuchas así esto. Si no te pido que partas ya, por eso voy‚ desde aquí seguiré el muy largo camino, ya que así aumentarás tu pena. Que ya no te llame ¡oh mi madre! sólo ¡mujer! allí está de pie tu hijo. Esto es otra cosa más que hizo acrecentar el dolor de la siempre virgen, pues así la separa Dios de su hijo, del hombre, el hombre en la tierra, su hijo; al maestro del discípulo, al Señor, del centinela.